Esta semana continuaremos el estudio del libro de 1 Reyes en el Antiguo Testamento.
(1) Después de que haber huido de Jezreel a Beerseba ante la amenaza de Jezabel, Elías dejó su sirviente en la ciudad y viajó un día de camino por el desierto. ¿Puede usted recordar lo siguiente (ver la sección antes del v. 8)?
a. Su condición física
b. Lo que había pedido en su oración a Jehová
c. Cómo Dios contestó su oración
(2) Luego, Elías llegó a Horeb, el monte de Dios (Éxodo 3:1):
a. ¿Él sabía que era un milagro que la comida que Dios le había dado de manera milagrosa le dió fuerzas para viajar 40 días y noches?
b. ¿Cómo debería haberse sentido acerca de cómo Dios lo estaba tratando?
c. Si usted fuera Elías, ¿en que habría estado pensando durante los 40 días y noches de viaje (en silencio)?
d. Al llegar al monte de Dios, ¿Elías estaría más preparado para encontrarse con Dios? ¿Por qué o por qué no?
e. ¿Qué debería Elías decirle a Dios cuando Dios se le apareciera (como lo hizo con Moisés)?
(3) Resultó que la primera pregunta que Dios le hizo fue: "¿Qué haces aquí, Elías?" Por supuesto, Dios ya sabía la respuesta, y su pregunta no fue motivada por Su ignorancia; la hizo para enseñar y permitir que Elías reconociera y viera su propia condición (vea la pregunta que Dios le hizo a Adán en Génesis 3:11):
a. Después del buen trato que Dios le había dado y su largo y solitario viaje, ¿qué y cómo debería responder Elías?
b. ¿Cuál fue su respuesta?
- ¿Cuál fue el enfoque de su respuesta?
- ¿Todo lo que dijo era cierto?
- ¿Era el único profeta que quedaba?
- Si los demás profetas de Dios habían sido asesinados, ¿por qué Elías debería ser diferente?
- Por lo tanto, ¿qué reveló su respuesta acerca de sí mismo?
(4) ¿Cuál fue la respuesta de Dios a la de Elías?
(5) Entre los eventos que sucedieron mientras estaba escondido en la cueva están los siguientes (i) un grande y poderoso viento que destrozaba los montes y quebraba las peñas, (ii) un terremoto y (iii) un fuego:
a. Aunque Dios no estaba en ninguno de estos, ¿por qué sucedieron?
b. ¿Cómo reaccionó Elías ante esta experiencia tan conmovedora?
c. En esencia, ¿cuál fue el mensaje para él antes de que Dios hablara en "el susurro de una brisa apacible"?
d. Esta vez, ¿cómo Elías debería estar preparado para responderle a Dios?
(6) ¿Qué le dijo Dios esta vez?
(7) ¿Por qué Dios repitió la misma pregunta que ya había hecho (en el v. 9)?
a. ¿Dios había quedado satisfecho con la primera respuesta de Elías?
b. Aunque las preguntas eran exactamente las mismas, ¿cuál pudo haber sido la diferencia en el tono de voz que Dios usó esta segunda vez? ¿Por qué?
c. ¿Qué respuesta esperaba Dios de Elías esta vez?
(8) ¿Cuál fue la respuesta de Elías?
(9) Si Dios no quedó satisfecho con su primera respuesta, ¿estaría satisfecho con su respuesta esta vez?
(10) ¿Qué representa la respuesta de Elías? ¿Por qué?
(11) Si usted fuera el Señor, ¿cómo habría tratado a Elías?
(12) ¿Cuál es el mensaje principal para usted hoy, y cómo puede aplicarlo a su vida?
“Y allí se metió en una cueva, donde pasó la noche. Y vino a él palabra de Jehová, el cual le dijo: '¿Qué haces aquí, Elías?'." (RVR1960) (1 Rey. 19:9)
A menudo escuchamos a personas que se basan en esta experiencia de Elías decir que Dios habla en voz baja. No cabe duda de que Dios, después de la demostración de Su gran poder a través del
viento, el terremoto y el fuego, habló con Elías en un "susurro de una brisa apacible" (1 Rey. 19:12). Sin embargo, considere lo siguiente:
(1) En realidad, Dios ya le había hablado con una voz poderosísima a través de esta experiencia devastadora que obligó Elías a “cubrir su rostro con su manto”. El mensaje era muy claro: por mucho que Elías tuviera un gran celo por servir al Señor Dios Todopoderoso, su servicio no era algo de lo que jactarse, y era muy inapropiado insistir en quejarse al Señor Dios Todopoderoso. Además, con Dios y Su poder, ¿qué tenía que temer Elías? Acab y Jezabel eran simples humanos.
(2) Dios ya le había hablado dos veces. La primera vez fue para preguntarle por qué estaba allí (19:9); el objetivo de la pregunta de Dios no solo fue permitirle que se expresara, sino permitirle que se examinara a sí mismo. Dios nunca hace preguntas provienentes de la ignorancia; su objetivo siempre es enseñar (considere las preguntas que les hizo a Adán y Eva en Génesis 3). Y aunque Dios repitió la misma pregunta después del viento, el terremoto y el fuego, la Biblia enfatiza que esta vez Dios lo hizo en un "susurro suave", lo que implica que no la había hecho así la primera vez. Por supuesto, Dios lo hizo así en contraste con el fuerte viento, terremoto y fuego, con el fin de mostrar cuánto amaba a Elías y se preocupaba por él a pesar de su queja.
Lamentablemente, ni la demostración de Su poder a través de la naturaleza, ni Su amor a través del susurro habían cambiado a Elías en absoluto. Aunque Dios sin duda no estuvo satisfecho con su respuesta la primera vez, no pudo haber estado complacido al escuchar exactamente la misma respuesta la segunda vez. Elías era muy terco; pero a veces somos igual de tercos. Si Elías hubiera tenido un espíritu humilde y obediente, ya habría escuchado el mensaje de Dios a través del viento, terremoto y fuego. ¡Realmente no necesitaba escuchar la voz de Dios, ya sea o no en un suave susurro!
Tal vez usted haya estado intentando escuchar la respuesta de Dios durante mucho tiempo. Quizás Dios ya le ha hablado a través de alguna circunstancia específica, pero usted sigue esperando escuchar Su “suave susurro”. Si no tenemos un espíritu lo suficientemente sensible y obediente para responder a las circunstancias que Dios ya nos ha enviado, ¿de qué nos servirá su susurro?
(1) ¿Cuál fue su respuesta a la última pregunta del estudio de ayer (a saber, si usted fuera el Señor, cómo habría tratado a Elías)?
(2) Después de una demostración de poder tan asombrosa mediante el viento, terremoto y fuego, seguida de una voz suave, ¿qué cambios esperaba Dios ver en la actitud de Elías?
(3) En los vv. 15-18, leemos sobre la respuesta de Dios a la negativa de Elías a cambiar:
a. Se le pidió que ungiera a Hazael como rey sobre Aram: Aunque no tenemos idea de si Elías fue y ungió a Hazael, sabemos que Eliseo fue quien le dijo a Hazael que sería rey (2 Rey. 8:7-15). En lo que respecta a Israel, ¿cuál sería el resultado de la unción de Hazael sobre Siria?
b. Él debía ungir a Jehú como rey sobre Israel:
- ¿Quién en realidad ungió a Jehú? (2 Reyes 9:1-6)
- Más tarde, ¿qué pasó con Acab y Jezabel a causa de Jehú? (vea la profecía en 2 Reyes 9:7-10)
c. Él debía ungir a Eliseo para sucederlo: ¿qué haría Eliseo como su sucesor? (v. 17)
d. ¿De qué manera cada una de las tres órdenes anteriores sirvió para responder a la queja de Elías?
e. ¿Cómo concluyó Dios Su respuesta a Elías en el v. 18? ¿Qué quiso decir?
(4) Aunque la Biblia no menciona la unción de Hazael y Jehú por Elías, nos da un relato de su unción de Eliseo, la cual fue un acto bastante inusual:
a. ¿Qué nos muestran las 12 parejas de bueyes sobre el trasfondo familiar de Eliseo?
b. ¿Cómo “ungió” Elías a Eliseo?
c. ¿Por qué no lo ungió de manera apropiada, ni le explicó lo que Dios le había dicho?
d. ¿Por qué dijo: "¿Qué te he hecho yo?"?
e. Cuando Eliseo entendió lo que significaba su llamado, ¿cuál fue el significado simbólico de su acción de quemar su equipo de arado?
(5) ¿Cuál es el mensaje principal para usted hoy, y cómo puede aplicarlo a su vida?
“Y le dijo Jehová: 'Ve, vuélvete por tu camino ... a Eliseo hijo de Safat, de Abel-mehola, ungirás para que sea profeta en tu lugar'.” (RVR1960) (1 Rey. 19:15, 16)
Después de que Dios le dio a Elías 40 días y noches, un largo período de soledad y reflexión, parece que el enfoque del profeta todavía estaba en el hecho de que él era el más celoso y fiel a Dios, mientras que todo Israel Lo había rechazado, y que aunque todos los profetas de Dios habían sido asesinados, él era el único que quedaba y Jezabel todavía lo perseguía. En otras palabras, se estaba quejando de la inacción de Dios y pensaba que de alguna manera que no merecía el mismo destino que todos los demás profetas de Dios que habían sido asesinados.
No es injusto decir que la actitud de Elías era una de autocompasión y justicia propia.
Pero apesar de su actitud, Dios no culpó a Elías en absoluto. El hecho de que le hiciera la misma pregunta dos veces (“¿Qué haces aquí, Elías?”— la primera vez después de su largo viaje de soledad y la segunda después de la demostración de Su poder terrible en el viento, el terremoto y el fuego), muestra claramente que esperaba ablandar el corazón y la actitud de Elías. Lamentablemente, parece que nada funcionió. De hecho, mediante la repetición de su respuesta anterior, Elías señaló que ya estaba harto. Aunque esta vez no pidió morir, repetió la misma respuesta, lo que equivalía a decir: "¡Si no vas a actuar ahora, renuncio!".
Aunque la respuesta de Dios en los vv. 15-18 mostró la gran paciencia de Dios, también fue una de Sus respuestas más tristes, porque en esencia Dios le dijo: “Está bien; ya que estás harto y quieres renunciar, te reemplazaré con Eliseo. Nadie es indispensable, y tu realmente no eres tan único. ¡Me he preservado 7.000 personas en Israel que también me han sido fieles!"
Aunque tal vez estoy siendo demasiado sensible a la terquedad de Elías, siento que el posterior "llamado" de Eliseo por parte de Elías no fue tan amistoso; no hubo entusiamo, ni tampoco palabras de profecía o explicación, solo un comentario poco amable: "¿Qué te he hecho yo?" ¡Ni siquiera hubo una “unción” real que fuera ordenada por el Señor! Incluso dudo si las unciones de Hazael y Jehú realmente fueron llevadas a cabo por Elías, porque en realidad fue Eliseo quien le dijo a Hazael que sería rey, y fue Eliseo quien le dijo a su propio discípulo que llevara a cabo la unción real de Jehú (ver 2 Reyes 8:7-15; 9:1-10). De todos modos, Dios mostró Su juicio sobre todo Israel en las acciones de Hazael, y sobre los pecados de Acab y Jezabel en las de Jehú.
¡Quizás las dos lecciones más importantes que podemos aprender de Elías son que solo Dios (y no nosotros) es Dios, y que nadie es indispensable!
(1) Al principio, este poderoso rey de Siria (otro nombre para Aram) estaba exigiendo un tributo voluntario en forma de tesoros de la tesorería real, más las esposas e hijos que Acab eligiera:
a. ¿Por qué Acab decidió no pelear?
b. ¿Por qué no rezó a su dios, Baal?
c. ¿Por qué no buscó pedirle ayuda a Jehová, que había demostrado Su poder en el monte Carmelo?
(2) ¿Por qué Acab, una persona tan débil y sumiso, se envalentonó a luchar cuando Ben-adad amenazó con usar de la fuerza para saquear no solo los tesoros reales, sino a todos los ricos de su tierra? (ver la Nota abajo.)
(3) Dada la maldad de Acab, ¿por qué Dios decidió enviar un profeta para predecir su victoria? (v. 13)
(4) ¿Por qué Acab preguntó: “¿Por mano de quién?... ¿Quién comenzará la batalla?"? ¿Qué clase de rey era él?
(5) ¿Cuán seguro se sentía el rey Ben-adad ? (v. 18)
(6) Aunque el texto no nos dice el tamaño exacto del "gran" ejército arameo (20:1, 13), los 7.000 soldados de Israel sin duda eran un ejército muy pequeño:
a. ¿Cuál fue el resultado de esta batalla? (vv. 19-21)
b. ¿Qué deberían haber aprendido el rey Acab y su pueblo acerca de Jehová?
(7) ¿Por qué a Dios todavía le importaba Acab y su pueblo?
(8) ¿Cuál es el mensaje principal para usted hoy, y cómo puede aplicarlo a su vida?
Nota:
Este probablemente es el significado del proverbio citado por Acab: uno no debe jactarse hasta que realmente haya ganado. Uno que se pone la armadura es uno que está a punto de ir a la batalla; uno que se quita la armadura significa es uno que ya ha logrado la victoria.
“Y he aquí un profeta vino a Acab rey de Israel, y le dijo: 'Así ha dicho Jehová: "¿Has visto esta gran multitud? He aquí yo te la entregaré hoy en tu mano, para que conozcas que yo soy Jehová".' ” (RVR1960) (1 Rey. 20:13)
Cuando leemos cómo Elías huyó totalmente derrotado de Jezreel, pareciera que la victoria en el monte Carmelo sobre Baal y sus profetas, por grandiosa que fuera, había sido en vano. El rey Acab no había cambiado y el pueblo de Israel nunca cambiaría. El culto a Yahvé había sido reemplazado permanentemente por el culto a Baal y Asera. Si aún quedaban profetas, estos tendrían que seguir viviendo escondidos.
No cabe duda de que el rey Acab no había cambiado, a juzgar por su silenciosa sumisión ante la amenaza de Ben-adad de Aram. No le pidió ayuda a Jehová. Sin embargo, es posible que el cuadro religioso del período posterior a los eventos en el Carmelo haya sufrido grandes cambios:
- Por ejemplo, aunque el rey Acab no consultó al Señor, tampoco buscó la ayuda de Baal. Además del hecho de que la mayoría de los profetas de Baal (si no todos) habían sido muertos, Acab sabía con certeza que Baal no era un dios, o al menos no era rival para el Jehová.
- Ninguno de sus príncipes o consejeros le dijo que buscara ayuda de ningún dios, ni siquiera del propio padre de Jezabel — el rey de Sidón — una señal de que incluso Jezabel estaba perdiendo su poder.
- Más importante aún, parece que la escuela de profetas ya estaba sirviendo abiertamente: uno de ellos incluso se acercó libremente al rey (20:13, 22), mientras que otros se congregaban para servir a Jehová (20:35).
No tenemos idea de dónde estaba Elías durante esta batalla contra Ben-adad; tal vez aún estaba en algún lugar retirado lamiendo sus heridas. Sin embargo, debería haber encontrado consuelo al enterarse de que no todo estaba perdido, pues su valor y fidelidad que habían resultado en la gran victoria de Dios en el Monte Carmelo no se habían perdido del todo. Dios lo había usado mucho para lograr un nuevo ambiente espiritual en la tierra. Con el tiempo, podemos esperar verlo salir de su capullo para reanudar su servicio al Señor.
(1) En su opinión, ¿qué significó esta primera victoria para la adoración de Yahveh en Israel y el estatus que tenían los profetas de Dios? ¿Piensa usted que los profetas de Dios tuvieron que esconderse nuevamente?
(2) Reflexione sobre las siguientes preguntas a la luz de lo que dijeron los consejeros al rey de Siria:
a. ¿Atribuyeron su derrota a la fuerza del ejército de Israel o a Dios? ¿Por qué?
b. ¿Qué les hizo pensar que Jehová era solo un dios territorial — el Dios de los montes?
c. ¿Cómo ven los no cristianos (aquellos que no son ateos) a nuestro Dios hoy?
d. ¿Por qué?
(3) ¿Por qué los consejeros le dijeron al rey que reemplazara a sus "reyes" con otros oficiales? (ver el v. 15)
(4) ¿Por qué la Biblia usa la expresión “dos rebañuelos de cabras" para describir el ejército de Israel? ¿Cuántos hombres lograron reunir? (v. 15)
(5) Aunque el texto no nos dice cuán grande era el ejército arameo, ¿cuántas bajas infligió el ejército de Israel a los arameos? (vv. 29-30)
(6) ¿Cómo fue posible que sucediera eso? ¿Por qué? (v. 28)
(7) A pesar de cuán impío había sido Israel, ¿cómo los describiría, puesto que estuvieron dispuestos a escuchar al profeta y pelear con un ejército de solo 7.000 hombres contra uno de más de 127.000 soldados arameos?
(8) Los reyes de Israel eran conocidos por ser "misericordiosos" (es decir, en comparación con los reyes de las naciones paganas):
a. ¿Por qué?
b. ¿Eso necesariamente era algo bueno?
c. ¿Por qué?
(9) ¿Cuál es el mensaje principal para usted hoy, y cómo puede aplicarlo a su vida?
“Y los siervos del rey de Aram le dijeron: 'Sus dioses son dioses de los montes, por eso fueron más fuertes que nosotros; mejor peleemos contra ellos en la llanura, pues ¿no seremos más fuertes que ellos'.” (LBLA) (1 Rey. 20:23)
Quizás nos riámos de los consejeros arameos que pensaban que Jehová no era más que un dios de las montañas; sin embargo, al menos lograron entender algo. Reconocieron que no había forma de que Israel, con un ejército de solo 7.000 soldados, pudiera derrotar a su enorme ejército de al menos 127.000 hombres, según lo que aprendemos del texto (20:29-30). Como resultado, no tenían que creer que Israel tenía ayuda sobrenatural lo sabían. Sin embargo, no tenían idea de que el Dios de Israel no era un dios territorial, y que, de hecho, no hay otro Dios sino Yahveh, el Dios omnipresente, omnisciente y omnipotente de la Creación.
En cierto modo, estos consejeros arameos eran más inteligentes que muchos hombres y mujeres modernos que son propensos a no creer en la existencia de Dios. A diferencia de estos asesores arameos, que reconocieron la mano de Dios en su derrota por parte de los israelitas, muchos hombres y mujeres modernos se niegan a creer en lo sobrenatural, incluso cuando son testigos de la sanación de una enfermedad terminal debido a las oraciones, o el gran poder de Dios manifestado a través de desastres naturales.
Por otro lado, los cristianos no somos mejores que los consejeros arameos, puesto que seguimos poniendo a Dios en una caja, como si pudiera ser poderoso en un aspecto, pero no en otro. Me he encontrado con creyentes que aunque confían totalmente en Dios para proveerles en el aspecto econômico, incluso en la situación más improbable, se niegan a creer que Dios reconciliará su matrimonio. Hay creyentes que creen firmemente que Dios los reivindicará en su lugar de trabajo, pero se niegan rotundamente a creer que Dios intervendrá en los asuntos de su iglesia. He observado además que hay muchos cristianos piadosos que creen en Dios en prácticamente todas las áreas de la vida, pero no creen que Dios pueda cambiar el rumbo de la sociedad en cuestiones como el crimen, las drogas y la inmoralidad, especialmente con respecto a las prácticas homosexuales.
A.W. Tozer tuvo toda la razón al decir lo siguiente:
"Después de muchos años de observación y oración, estoy absolutamente seguro de que la base de todos nuestros problemas hoy, en los círculos religiosos, es que nuestro Dios es demasiado pequeño." (un pasaje de su sermón, El Sendero Antiguo —Nuestro Dios es Muy Pequeño)
(1) Si usted fuera el compañero del profeta mencionado en este texto, ¿lo habría obedecido, golpeándolo con un arma?
(2) ¿Qué quiere decir la frase "por palabra del Señor"? (v. 35)
(3) ¿Qué nos enseña este incidente aparentemente “innecesario”?
(4) ¿Por qué el profeta tuvo que herirse a sí mismo para enfatizar su mensaje a Acab? ¿Acaso no habría sido suficiente señalarle al rey su error?
a. ¿Qué nos enseña este incidente acerca de lo que conlleva ser un siervo de Jehová?
b. ¿Qué nos enseña sobre la gravedad del error de Acab?
(5) Acab sin duda había actuado por "misericordia":
a. ¿Por qué Dios llamó a Ben-adad una “persona ... dedicada como anatema"? (Levítico 27:29)
b. ¿Cuál fue la esencia del error de Acab?
(6) ¿Por qué Acab reaccionó triste y enojado?
(7) ¿Cómo debería haber respondido a la revelación de su pecado?
(8) ¿Cuál es el mensaje principal para usted hoy, y cómo puede aplicarlo a su vida?
“He aquí, hemos oído que los reyes de la casa de Israel son reyes misericordiosos; te rogamos que nos dejes poner cilicio en nuestros lomos y cuerdas sobre nuestras cabezas, y salgamos al rey de Israel; quizás él salve tu vida." (LBLA) (1 Rey. 20:31)
Es muy reconfortante leer que, a pesar de lo malvados que habían sido los reyes de Israel, en realidad eran conocidos por ser “misericordiosos”. Por supuesto, solo eran misericordiosos en comparación con los reyes paganos que los rodeaban. Esto muestra, por un lado, la barbarie de los reyes de las naciones paganas en aquella época, y por el otro, el impacto que la Ley de Moisés había tenido sobre Israel de manera general. Aunque para todos los efectos el pueblo y los reyes de Israel se habían apartado del Señor y de Su Ley, la poca decencia que aún les restaba debido a su herencia espiritual los distinguía del resto del mundo, especialmente su misericordia. Parece que Acab no era diferente. Trató a los reyes de los arameos con misericordia; sin embargo, olvidó totalmente que él no era el verdadero rey de Israel, sino Dios. También se olvidó de que la batalla, de principio a fin, no era suya, sino la de Dios. Por lo tanto, no le correspondía matar ni perdonar, a menos que Dios así lo ordenara. Ben-adad no era su enemigo, era el enemigo de Dios.
Estos eventos son, de hecho, una metáfora muy apropiada del mundo occidental poscristiano. Si bien Europa y el Occidente en su conjunto se han apartado del cristianismo ortodoxo y van por el camino de la inmoralidad, incluso con una actitud anticristiana, debido a su herencia cristiana son conocidos por su preocupación por los derechos humanos, entre los cuales la igualdad.
Sin embargo, mientras defenden los derechos humanos y la igualdad, se equivocan al pensar que podemos hacer del mundo un lugar mejor mediante el puro esfuerzo humano, ignorando que un desprecio por Dios y Su Ley continuará hundiendo el mundo en el odio, en el conflicto y en la autodestrucción. Olvidan que nuestros verdaderos enemigos son los "Ben-adad" —las fuerzas que buscan eliminar a Jesucristo de todos los espacios públicos y tolerar toda clase de maldad y perversión en nombre de la aceptación.
Olvidamos que este mundo le pertenece a Dios, no a nosotros. ¡Él es el Señor; nosotros no!
(1) ¿Acaso Acab no debería haber sabido que, según la Ley de Moisés, a ningún israelita le era permitido vender su tierra ancestral? (ver Levítico 25:23-28; Números 36:7)
(2) ¿Por qué, entonces, le pidió a Nabot que le vendiera su tierra ancestral?
(3) ¿Para qué Acab quería comprar la tierra?
(4) ¿Por qué se quedó tan malhumorado y enojado?
a. ¿Fue porque no podía realizar su sueño de cultivar un huerto?
b. ¿Fue porque se sintió ultrajado como rey?
(5) Reflexione sobre las siguientes preguntas con base en la conversación entre Acab y Jezabel:
a. ¿Qué clase de esposo y rey era Acab?
b. ¿Qué clase de esposa y reina era Jezabel?
(6) Al poner en marcha su plan para apoderarse de la tierra de Nabot (vv. 8-10), ¿cuántos de los Diez Mandamientos quebró Jezabel de manera descarada? (ver Éxodo 20:3-17)
(7) En su opinión, ¿cual fue la parte más malvada o atroz de su plan? ¿Por qué?
(8) ¿Por qué nadie, ni siquiera Acab, puso fin a este crimen?
(9) En su opinión, ¿a quién deberíamos considerar responsable de este crimen?
(10) ¿Cuál es el mensaje principal para usted hoy, y cómo puede aplicarlo a su vida?
“Su mujer Jezabel le dijo: '¿No reinas ahora sobre Israel? Levántate, come, y alégrese tu corazón. Yo te daré la viña de Nabot de Jezreel'.” (LBLA) (1 Rey. 21:7)
En muchos sentidos, Acab no podía culpar a su esposa por sus fracasos, especialmente cuando se trataba de sus pecados.
Como israelita, el debería haber conocido muy bien la Ley de Moisés, la cual prohibía la venta de tierras ancestrales por parte de cualquier israelita (Lev. 25:23-28; Núm. 36:7). Por lo tanto, la simple acción de pedirle a Nabot que le vendiera su tierra, intentando seducirlo con incentivos de lucro fue en sí mismo un acto perverso, sin mencionar la de construir un templo para Baal en su capital, sumiendo a toda la nación en la idolatría.
Pero a pesar de ello, aún vemos a lo largo de su vida destellos de una herencia espiritual residual. El hecho de que mantuvo como su hombre de confianza a Abdías, un hombre conocido por su ferviente fe en Jehová; el hecho de que no usó la fuerza para apoderarse de la tierra de Nabot, algo que un rey impío sin duda haría; más tarde, ante la reprensión de Elías, se humilló ante el Señor (21: 27-29). Todo esto quizás nos muestre que aún no estaba fuera del alcance del arrepentimiento; sin embargo, su mayor error fue casarse con la idólatra Jezabel, una mujer que no temía a Jehová en absoluto! Fue ella quien lo empujó hacia el fondo del abismo de la maldad.
Lo que Jezabel le hizo a Nabot fue descaradamente perverso. Ella rompió flagrantemente la mayoría de los Diez Mandamientos:
(1) Usó indebidamente el nombre de Jehová al declarar un ayuno (violando el tercer mandamiento).
(2) Usó testigos falsos contra Nabot (violando el noveno mandamiento).
(3) Esencialmente cometió un asesinato (violando el sexto mandamiento).
(4) Por supuesto, ella robó y codició la propiedad de su vecino (violando también los mandamientos octavo y décimo).
Por supuesto, mucho antes de este incidente, ella ya había violado el primer conjunto de Mandamientos al traer a Israel la adoración de Baal y Asera, y obviamente aprobó con satisfacción la adoración de los becerros de oro que todavía se practicaba en Dan y Betel, ¡algo que rebajaba a Dios a la imagen de un animal!
Creo que esta es la razón por la que la Biblia incluye en la lista de los pecados de Acab su matrimonio con Jezabel:
“Y Acab, hijo de Omri, hizo lo malo a los ojos del Señor más que todos los que fueron antes que él. Y como si fuera poco el andar en los pecados de Jeroboam, hijo de Nabat, tomó por mujer a Jezabel, hija de Et-baal, rey de los sidonios, y fue a servir a Baal y lo adoró. Y edificó un altar a Baal en la casa de Baal que edificó en Samaria. Acab hizo también una Asera. Así Acab hizo más para provocar al Señor, Dios de Israel, que todos los reyes de Israel que fueron antes que él." (LBLA) (1 Rey. 16:30-33, cursiva mía)
(1) ¿Puede usted intuir la actitud de Jezabel hacia su asesinato de Nabot?
(2) ¿Cómo describiría usted a esta mujer?
(3) ¿Cómo reaccionó Acab ante la noticia de la muerte de Nabot?
(4) ¿Cómo describiría usted a este hombre?
(5) Mientras tanto, Dios había estado usando a otros profetas. En su opinión, ¿por qué eligió usar a Elías nuevamente en este incidente específico?
(6) ¿De qué crimen Jehová acusó a Acab? (v. 19) ¿Acaso no había sido su esposa quien asesinó a Nabot?
(7) ¿En qué estado mental se encontraba Acab cuando Elías lo “encontró”?
(8) ¿Qué quiere decir la acusación de que él se había "vendido a hacer lo malo delante de Jehová"?
(9) ¿Cuál sería su castigo? (21:21, 22, 24)
(10) ¿Cuál sería el castigo de Jezabel? (v. 23) ¿Dónde sería el lugar su castigo? ¿Por qué? (Nota: la mayoría de los manuscritos hebreos dicen "junto a la pared del terreno en Jezreel".)
(11) ¿Cómo explica la Biblia por qué los castigos serían tan severos? (vv. 25-26)
(12) Dado este comentario tan severo sobre los pecados de Acab, ¿por qué Dios demoraría en traer sobre él el desastre profetizado?
(13) ¿Qué ha aprendido usted sobre el carácter de nuestro Dios? ¿Esto lo asombra?
(14) ¿Cuál es el mensaje principal para usted hoy, y cómo puede aplicarlo a su vida?
“¿Ves como Acab se ha humillado delante de mí? Porque se ha humillado delante de mí, no traeré el mal en sus días; pero en los días de su hijo traeré el mal sobre su casa.” (LBLA) (1 Rey. 21:29)
Ya leímos sobre lo malvado que era el rey Acab. Es un raro ejemplo de un rey cuyos pecados son mencionados tanto al principio como hacia el final de su reinado. El comentario inicial sobre su reinado ya señaló que él “hizo más para provocar al Señor, Dios de Israel, que todos los reyes de Israel que fueron antes que él” (1 Rey. 16:33), y el comentario final lo describe con lenguaje aún más fuerte: “A la verdad ninguno fue como Acab, que se vendió para hacer lo malo ante los ojos de Jehová; porque Jezabel su mujer lo incitaba. Él fue en gran manera abominable, caminando en pos de los ídolos, conforme a todo lo que hicieron los amorreos, a los cuales lanzó Jehová de delante de los hijos de Israel.” (1 Rey. 21:25-26).
Mientras
leemos sobre el juicio que Jehová pronunció a través de Elías, nuestra única reacción es decir "Amén", al igual que la gran multitud en el cielo
que gritará en los últimos días: "porque sus juicios son verdaderos y justo" (Apocalipsis 19:2).
Sin embargo, leemos casi en la misma oración que Jehová le dice a Elías: “¿Ves como Acab se ha humillado delante de mí? Porque se ha humillado delante de mí, no traeré el mal en sus días; pero en los días de su hijo traeré el mal sobre su casa” (1 Rey. 21:29).
Para decir la verdad, me pareció preocupante al principio. ¿Cómo podría Dios perdonar a un rey tan malvado que además de haber cometido asesinatos "fue en gran manera abominable, caminando en pos de los ídolos"? ¿Usted lo habría perdonado solo porque rasgó sus vestidos, se vistió de cilicio y ayunó?
Pensé en la esposa y los hijos de Nabot; pensé en los muchos profetas que habían muerto en manos de Jezabel; pensé en cómo el nombre de Dios había sido avergonzado por su descarada idolatría.
Luego, recordé las siguientes palabras de Salomón que resuenan a lo largo de las Escrituras: “el corazón de los hijos de los hombres está lleno de mal y de insensatez en su corazón durante su vida...” (Ecl. 9:3). En efecto, todos somos pecadores, y dadas las circunstancias adecuadas, todos somos capaces de vender nuestras almas para hacer el mal a los ojos del Señor, si no fuera por la gracia de Dios. Sin embargo, cuando estamos dispuestos a arrepentirnos (y hacerlo de manera genuina), el Señor es misericordioso y dispuesto a perdonar, ¡incluso el crimen más atroz! “¡Cuán insondables son sus juicios e inescrutables sus caminos!” (Rom. 11:33).