Guía devocional de la Biblia

Día 1

Lea el pasaje por lo menos dos veces, reflexionando sobre ello detenidamente. Luego, considere las preguntas a continuación:

Reflexión sobre las Escrituras
1 Reyes 22:1–12

Esta semana, terminaremos el estudio del libro de 1 Reyes y continuaremos con el estudio del libro de 2 Reyes; en la Biblia hebrea, los dos libros originalmente eran un solo volumen.

(1) ¿Usted recuerda cómo Acab ganó su última batalla con Ben-adad en 1 Reyes 20, y cuántos soldados arameos murieron a manos del ejército israelita de solo 7.000 hombres? (20:29-30)

(2) ¿Qué llevó al rey Acab a hacer otra guerra contra los arameos? ¿De dónde vino su confianza?

(3) Si bien Josafat aceptó la invitación de Acab de unir fuerzas contra los arameos, ¿qué le pidió a Acab que hiciera? ¿Por qué? ¿Qué diferencia había entre los dos reyes?

(4) A pesar de que estos cuatrocientos profetas no eran profetas de Baal, ¿por qué Josafat no quedó satisfecho con su respuesta y preguntó: "¿No queda aún aquí algún profeta del Señor [Jehová] para que le consultemos?" (LBLA) (22:7)

(5) ¿Por qué Micaías no había sido incluido en el grupo original de profetas?

(6) ¿Por qué a Acab no le gustaba escuchar la verdad de parte de Micaías?

(7) ¿A usted le gusta escuchar la verdad de parte de los siervos de Dios?

(8) ¿Por qué la Biblia parece enfatizar el hecho de que los dos reyes estaban "vestidos de sus ropas reales" delante de los profetas? ¿Esto refleja una actitud adecuada por parte de uno que quiere consultar a Jehová?

(9) ¿Cómo intentó Sedequías (que al parecer era el líder de la banda) afirmar la certeza de su profecía?

(10) ¿Cuál es el mensaje principal para usted hoy, y cómo puede aplicarlo a su vida?

Reflexión meditativa
Consultar a Jehová

"¿No queda aún aquí algún profeta del Señor [Jehová] para que le consultemos?" (LBLA) (1 Rey. 22:7)

Es muy triste leer que Acab, a pesar de tantas oportunidades que Dios le había dado de arrepentirse y humillarse ante Él, todavía no buscaba a Jehová de manera genuina, ni se dedicaba plenamente a Él. La batalla en el Monte Carmelo debería haber resuelto, de una vez por todas, que sólo Jehová es el único y verdadero Dios, el único al que Acab debia adorar (1 Rey. 19). La terrible profecía de Elías sobre el destino de sus descendientes también debería haberlo llevado a convertirse a Jehová para siempre (1 Rey. 21:24). Sin embargo, su supuesto arrepentimiento fue de corta duración; fue un mero sentimiento de remordimiento. Aunque quizás hubiera dejado de adorar a Baal,  Acab todavía vivía para sí mismo, lo que significa que, para todos los efectos, no adoraba a Jehová. Eso quedó plenamente demostrado en su deseo de librar la guerra contra los arameos.

Por un lado, Acab había olvidado por completo que su derrota del poderoso ejército de Aram con solo 7,000 soldados fue enteramente obra de Dios. ¿Cómo pudo el pensar que era capaz de repetir tal victoria por sí mismo—incluso con la ayuda de Josafat, a quien intentó manipular al casar a su propia hija con el hijo de Josafat (2 Rey. 8:18)?

Luego, cuando Josafat le recordó que primero debían consultar a Jehová, es obvio que Acab excluyó deliberadamente a Micaías del grupo de profetas que consultarían, solo porque (en sus propias palabras) él (Micaías) "no profetiza lo bueno en cuanto a mí, sino lo malo” (1 Rey. 22:8).

Es obvio que Acab no tenía la costumbre de consultar a Jehová, ni siquiera cuando se trataba de asuntos muy importantes. ¡En realidad, Jehová nunca fue parte de su vida! Sin embargo, la razón es bastante obvia. Acab sabía que sus obras no agradaban a Jehová; por lo tanto, ¿por qué debería consultarlo?

A pesar de lo malo que era Acab, ¡he podido constatar que era mejor que algunos de nosotros! Es cierto que él ni siquiera deseaba consultar a Jehová en lo que hacía; sin embargo, nosotros a veces queremos “usar” a Dios para justificar nuestro propio plan de acción.

Recuerdo que hace muchos años, cuando aún era empresario, hubo una crisis en mi negocio mientras estaba de viaje en San Francisco. En la quietud de la habitación del hotel, leí las Escrituras para buscar la voluntad de Dios. Cuando encontré un pasaje en 2 Reyes que pareció encajar perfectamente en mi situación, me quedé tan abrumado por las promesas en el pasaje que me arrodillé ante la cama y alabé al Señor.

Unos años más tarde, mientras recordaba lo que había sucedido con mi negocio, me di cuenta de que nada de lo que (segun yo imaginé) el Señor había dicho a través de ese pasaje sucedió. Hoy comprendo que, por mucho que quisiera buscar al Señor, mi deseo de ver cómo Dios me respondería era tan fuerte que me llevó a ver cosas en Su Palabra que en realidad no estaban allí. Eso no quiere decir que Dios enviara un "espíritu de mentira" para engañarme (1 Rey. 22:23), sino que yo, sin saberlo, fui engañado por mi propio deseo.

Día 2

Lea el pasaje por lo menos dos veces, reflexionando sobre ello detenidamente. Luego, considere las preguntas a continuación:

Reflexión sobre las Escrituras
1 Reyes 22:13–28

(1) ¿Qué tipo de presión enfrentaba el profeta Micaías?

(2) ¿Qué opciones tenía?

(3) ¿Cuál opción eligió? ¿Por qué?

(4) “La visión descrita por Micaías no fue un simple escenario subjetivo inventado por el  propio profeta, sino una narración directa de la visión interior real por la cual los hechos le habían sido revelados” (K&D, 196):

a. ¿Está usted de acuerdo? ¿Por qué?

b. ¿Por qué estaría Dios de acuerdo en enviar un "espíritu de mentira" a los profetas?

c. Sin ese “espíritu de mentira”, ¿qué habrían dicho los profetas (o quizás ya lo habían dicho)?

d. Por lo tanto, ¿cuál fue el papel del "espíritu de mentira"?

(5) ¿Cómo respondió Sedequías al oír las palabras de Micaías? ¿Por qué?

(6) ¿Cómo respondió el rey al oír las palabras de Micaías? ¿Por qué?

(7) ¿Qué debía haber hecho el rey Josafat, dadas las circunstancias?

(8) ¿Qué hizo? (22:29) ¿Por qué?

(9) ¿Cuál es el mensaje principal para usted hoy, y cómo puede aplicarlo a su vida?

Reflexión meditativa
¡Uno contra cuatrocientos!

Y el mensajero que fue a llamar a Micaías le habló, diciendo: 'He aquí, las palabras de los profetas son unánimes en favor del rey. Te ruego que tu palabra sea como la palabra de uno de ellos, y que hables favorablemente'.” (LBLA) (1 Rey. 22:13)

Nunca es fácil defender la verdad de Dios en este mundo pecador; sin embargo, es aún más difícil cuando uno debe oponerse a la opinión de otros que piensan que están del lado de Dios.

Micaías se encontraba en la segunda de estas situaciones, la cual en su caso era aún más complicado debido al hecho de que los cuatrocientos profetas realmente pensaban que estaban del lado de Dios, y que su profecía provenía del Señor.

Aunque los eruditos están divididos en cuanto a si Dios envió ese espíritu de mentira de entre Sus propios ángeles, o si el espíritu de mentira era un espíritu maligno, es importante notar que los profetas, incluso sin la ayuda de ese espíritu, ya habían decidido mentirle al rey diciendo: “Sube, porque Jehová la entregará en mano del rey” (22:6). La única tarea del espíritu de mentira fue confirmar su autoengaño y el engaño del rey.

¿Cómo, entonces, sabía Micaías que su visión era genuina mientras que la profecía de los demás profetas era un engaño? La diferencia, por supuesto, radicaba en el hecho de que Micaías había resuelto: "lo que Jehová me hablare, eso diré" (22:14). Su corazón puro le dio la confianza de que lo que había visto era de parte del Señor. Con tal confianza, les dijo la verdad a los dos reyes, y sufrió la consecuencia esperada: fue encarcelado. Sin embargo, estaba igualmente seguro de su reivindicación final (22:28), que al parecer sucedmuy poco tiempo después.

Entre las lecciones que aprendemos de Micaías están las siguientes: 
(1)
A menudo nos sentimos solos cuando defendemos la verdad de Dios.
(2)
Es impopular, y posiblemente tendremos que enfrentar persecución o al menos aislamiento.
(3)
Sin embargo, a la larga seremos vindicados, aunque lleve años o décadas y en algunos casos es posible que tengamos que esperar hasta que veamos al Señor. En cualquier caso, lo único que Dios nos pide es que seamos fieles.

Día 3

Lea el pasaje por lo menos dos veces, reflexionando sobre ello detenidamente. Luego, considere las preguntas a continuación:

Reflexión sobre las Escrituras
1 Reyes 22:29–40

(1) Josafat era un rey piadoso. ¿Por qué, entonces, participó de la guerra con Acab, especialmente dada la profecía de Micaías?

(2) ¿Qué precio tuvo que pagar por sus acciones? (ver el v. 32 y 2 Crónicas 19:2; 18:31-32)

(3) ¿Acab tenía paz al participar de la batalla? ¿Cómo podemos saberlo? (22:30)

(4) ¿Por qué, entonces, insistió en librar esta guerra, a pesar de la profecía de Micaías?

(5) ¿Funcionó su disfraz? ¿Por qué?

(6) ¿De qué maneras la Biblia muestra con bastante sarcasmo que sus esfuerzos por escaparse de la profecía de Dios fueron inútiles? (22:34)

(7) ¿Cuántas profecías fueron cumplidas en la muerte de Acab? (ver 1 Rey. 20:42; 21:19; 22:17)

(8) Si usted tuviera que escribir una elegía para Acab, ¿qué diría?

(9) ¿Qué epitafio grabaría usted en su lápida?

(10) ¿Cuál es el mensaje principal para usted hoy, y cómo puede aplicarlo a su vida?

Reflexión meditativa
¡
Cuán necio fue!

Murió, pues, el rey ... y los perros lamieron su sangre, conforme a la palabra que Jehová había hablado." (RVR1960) (1 Rey. 22:37-38)

Por definición, una persona necia es alguien “que, mediante sus palabras o acciones, se muestra deficiente en juicio, sensatez o comprensión” (Diccionario Webster). ¡Esta descripción sin duda describe a Acab!

Si bien todos los reyes de Israel (es decir, los del Reino del Norte) hicieron lo malo ante los ojos del Señor, pocos fueron tan malos como él, y aún menos recibieron tantas oportunidades de arrepentirse.

De manera sucesiva, Dios usó tres profetas para advertirle. Comenzó con Elías (1 Rey. 18), luego usó un profeta sin nombre (1 Rey. 20), y finalmente al profeta Micaías (1 Rey. 22). Dios usó cada uno de estos profetas para advertirle de las consecuencias de su pecado (20:42; 21:19; 22:17). Algunas de estas advertencias lograron entristecerlo, pero él nunca tuvo un arrepintimiento genuíno.

Puesto que meras palabras no fueron suficientes para hacerlo volver en sí, Dios usó una sequía severa que duró 3 años y medio, el poderoso fuego que bajó del cielo en el Monte Carmelo e incluso una poderosa y milagrosa victoria sobre Aram, con la esperanza de despertar sus sentidos, pero todo fue en vano. ¡Acab estaba decidido a seguir su propio camino! En otras palabras, su mayor necedad radicaba en su determinación de continuar en el camino de la autodestrucción en plena conciencia de lo que estaba haciendo.

¡En efecto, mediante sus palabras y acciones, Acab había demostrado que era deficiente en juicio, sensatez y entendimiento! ¡Era un necio!

Si yo tuviera que grabar palabras en su tumba, este sería su epitafio: "¡Un necio que desdeñó la gracia de Dios!"

Día 4

Lea el pasaje por lo menos dos veces, reflexionando sobre ello detenidamente. Luego, considere las preguntas a continuación:

Reflexión sobre las Escrituras
1 Reyes 22:41–53

(1) ¿Qué edad tenía Josafat cuando se convirtió en rey?

(2) ¿Cuánto tiempo había reinado su padre Asa? ¿Qué clase de rey había sido su padre? (15:10-11)

(3) ¿Qué impacto había tenido su padre en él? (22:43)

(4) ¿Qué cosa que hizo para deshacerse del mal en la tierra fue aún mejor de lo que había hecho su padre? (22:46)

(5) ¿Cuál podría ser la explicación de cómo logró mantener la paz con el rey de Israel (es decir, Acab)? ¿Eso necesariamente fue algo bueno? (2 Reyes 8:16-18)

(6) Este texto contiene un relato sucinto del intento de Josafat de construir una flota, y el fracaso de su plan. Lea 2 Crónicas 20:35-37 para contestar las siguientes preguntas.

a. Por qué naufragaron los barcos?

b. Por qué Josafat se negó a zarpar con Ocozías, rey de Israel.

(7) ¿Qué clase de rey era Ocozías?

(8) ¿Cuál es el mensaje principal para usted hoy, y cómo puede aplicarlo a su vida?

Reflexión meditativa
No hay
unidad sin la verdad

Y Josafat hizo paz con el rey de Israel.” (RVR1960) (1 Rey. 22:44)

Además de ser un rey como su padre Asa, que andaba en los caminos del Señor, Josafat logró hacer las paces con sus vecinos del norte, Israel. Eso debería ser algo muy admirable.

Josafat nació alrededor del año 6 del reinado de Asa, y ascendió al trono más tarde a los 35 años. Su carácter piadoso sin duda se debió a la influencia de su padre. Fue testigo de la reforma espiritual de su padre, tanto de niño como de adulto (1 Rey. 15: 9-15). De hecho, hizo algo que su padre no había logrado hacer: “barrió también de la tierra el resto de los sodomitas que había quedado en el tiempo de su padre Asa.”, los cuales eran una abominación para la tierra (1 Rey. 22:46).

Uno podrá decir también que Josafat logró la paz con Israel, algo que su padre no había logrado. A simple vista, la “paz” siempre debe ser la meta de los hijos de Dios, especialmente la paz con otros hijos de Dios. Sin embargo, el Israel del rey Acab era pueblo de Dios solo de nombre. Asociarse con Acab y su pueblo era asociarse con el mal.

Se puede presumir que Josafat logró la paz con Acab mediante el matrimonio de su hijo con la hija de Acab y su intento de participar con Israel en una operación marina conjunta. Este último esfuerzo fue condenado por el profeta Eliezer (2 Cr. 20:37), mientras que el primero llevó al pecado de su hijo (2 Rey. 8:18).

En efecto, debemos vivir en paz “si es posible” (Rom. 12:18), y Dios ciertamente se deleita cuando "los hermanos habiten juntos en armonía" (Sal. 133). Sin embargo, no podemos buscar la unidad sin la verdad, como nos recuerda Pablo: "¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia?" (2 Corintios 6:14). Fue por este motivo que Jehová reprendió a Josafat (2 Crónicas 20:35).

Aunque haya algunos evangélicos que, debido a un deseo sincero de unidad, se esfuercen por buscar puntos de coincidencia con el catolicismo romano y el cristianismo ortodoxo oriental, debemos tener mucho cuidado de no sacrificar la verdad del evangelio por el bien de la unidad externa.